Según fuentes que mastican el polvo de las comisarías hace décadas, y con la Brigada de Investigaciones revolviendo cielo y tierra, el botín que trascendió —esos "apenas" 350.000 dólares que se fuman de la economía argentina como un pucho barato— es sólo la punta del iceberg. Prepárense: la cifra real sustraída a la anciana de 75 años, atada y amordazada con la brutalidad de un matón de bajo vuelo, sería mucho, muchísimo mayor. La plata, por supuesto, no valía medio peso para la dueña si no era sacada del país, pero eso es otro editorial.

La Lata Mágica y el Traje Cómplice

Acá está el meollo de la cuestión, el detalle jugoso que hace salivar a cualquier sabueso con instinto: los dos ladrones, esos que eligieron la ridiculez de vestirse de traje y camisa blanca como si fueran a una reunión de directorio o a cobrar una deuda de juego, fueron directo al dinero. No perdieron el tiempo.

El Dato Caliente: Los billetes, fajos de $100 nuevos y flamantes, estaban escondidos donde nadie con sentido común buscaría: en una lata de plástico de cinco litros. No en una caja fuerte empotrada, no bajo el colchón, sino en un tupper industrial. Y los "hombres de traje" sabían exactamente dónde estaba.

¿Acaso los delincuentes tienen poderes de adivinación? ¡No, señores! Esto fue una "entradera" con libreto. El nivel de coerción usado (cuchillo al cuello, atándola con sus propias sábanas) no buscaba la plata al azar, buscaba confirmar la ubicación que ya les habían soplado. Estamos hablando de alguien del círculo íntimo de la víctima que vendió la información por monedas, o quizás, por una tajada mayor que esos 500 millones de pesos de fantasía.

El Fantasma del Fiat Cronos

Mientras la Policía, en un hermetismo que solo sirve para alimentar los rumores, busca desesperadamente un Fiat Cronos gris, polarizado y sin patente, los verdaderos sabuesos se centran en el entorno. El auto es un detalle, un señuelo para la burocracia. El nexo es la clave.

Este no es un robo más. Es la confirmación de que en esta ciudad, incluso las fortunas escondidas en una lata y las ancianas, están a merced de la traición y la avaricia. La Brigada tiene trabajo, y mucho, para identificar al Judas que le dio a estos dos dandys de pacotilla el mapa del tesoro.

Por ahora, cero detenidos. Pero el "entregador", créanme, debe estar temblando. Sabe que un robo de esta magnitud, con semejante cifra en juego, rara vez queda en las sombras. Y este veterano periodista no va a soltar la presa.