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El gran negocio tailandés de criar caracoles gigantes

Loa asiáticos tienen una cultural milenaria, y costumbres que nos resultan extrañas, pero quién diría que los arroceros tailandeses mimarían un día a los caracoles gigantes con una dieta orgánica, como si fueran una mascota, al más puro estilo Bob Esponja y su Gary. Sin embargo el motivo no es puro capricho, sino que tiene un sentido comercial: lo hacen para extraer la baba, rica en colágeno y destinarla a la industria cosmética.
 
En la vecina provincia de Mendoza aparecieron varios emprendimientos de helicultura o helicicultura, especialmente en el Valle de Uco, en la década del '90, aprovechando una línea de créditos blandos para diversificar la economía.
 
«Los caracoles me los venden los granjeros. Antes estimaban que destruían los cultivos y los tiraban a la carretera o a los ríos», explica Phatinisiri Thangkeaw, profesora que los cría para conseguir un ingreso extra que suele oscilar entre los 10.000 y los 20.000 baht (cada Bath equivale a 1,38 pesos argentinos) por mes (entre 290 y 580 euros, entre 325 y 650 dólares). «Ahora los venden», añadió ella.
 
Entre dos chubascos del monzón (tormentas estacionales) Phatinisiri Thangkeaw alimenta a sus 1.000 caracoles con calabaza y pepino del huerto.
 

"Granjas" de caracoles

 
Situada a dos horas por carretera de Bangkok, la provincia de Nakhon Nayok, donde vive, es muy rural. Hay más de 80 granjeros que montaron pequeños recintos donde crían caracoles, a orillas de sus campos o plantaciones.
 
Venden a una empresa de cosméticos tailandesa varios litros de baba de caracol, recogida con paciencia mediante un método que consiste en estimular las glándulas echándoles agua por encima con una pipeta. La baba se purifica luego en un laboratorio público y se comercializa.
 
Kitpong Puttarathuvanun, ingeniero y fundador de la firma cosmética Aden, tiene el monopolio de este mercado en Tailandia. El fue quien tuvo la idea de usar los caracoles gigantes africanos (Achatina Fulica) que pululan en los arrozales de Tailandia, con un clima húmedo idóneo para ellos.
 
«Comen de todo, incluso la corteza de los árboles y champiñones. Y esta capacidad de comer de todo hace que sean fuertes, Producen una baba de muy alta calidad que puede usarse para protegerse del sol y curar heridas», asegura Kitpong Puttarathuvanun.

 

Los beneficios del producto

 
«El moco de caracol contiene sustancias importantes como colágeno y elastina», explica la doctora Somkamol Manchun, del Thailand Institute of Scientific and Technological Research (TISTR), encargado del proceso de purificación.
 
Por el momento ningún estudio científico internacional confirma las supuestas propiedades de este producto «milagroso».
 
Kitpong comercializa el suero bajo la marca Acha, pero también abastece a firmas coreanas y sobre todo estadounidenses. Se lo vende liofilizado a 1,8 millones de baht el kilo (más de 50.000 euros), o sea más de lo que vale el oro.
 
La baba de caracol se incorpora en dosis ínfimas a cremas por sus supuestas propiedades antiedad. El mercado mundial de cosméticos a base de caracol está estimado en casi 280 millones de euros (314 millones de dólares), según un estudio de Coherent Market Insights.

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