Hace unos días me decidí a escribir esta publicación tratando de detallar una serie de situaciones que viví con un varón. Ocurrieron ya hace bastante tiempo, pero desde entonces vuelven a mí en forma de tristeza y asco. Me decidí porque más allá de todo el miedo al “que dirán” que me produce contarlo, mayor es el grado de preocupación y enojo que me invaden cuando veo que un tipo que ya se maneja sexual afectivamente así, sigue impune rodeado de mujeres que no tienen idea de quién es.
Hablo de Nicolás Roó. Lo conocí cuando empecé a militar en La Cámpora (Sta. rosa) a los 17 años. Se presentaba como referente de la juventud. Su imagen de autoridad me generaba mucho respeto. Me importaba mucho como él me viera. Es decir, hoy puedo decir que desde el principio existió una relación de poder muy fuerte. Me hacía sentir que no sabía nada ante él, “un militante lleno de experiencia Puntualmente la relación sexo afectiva que tuve con él, que en realidad no fue más que de opresión y coerción, comenzó cerca de marzo de 2017 (no recuerdo con exactitud). La primera vez que estuve con Nicolás Roó fue consensuado, pero las siguientes fueron por presión, negación de libertad o forzadas explícitamente. Fueron muchas pero trato de relatar brevemente las más violentas que recuerdo.
Una vez mostrándome un galpón de un privado, en el cual tenla “un futuro proyecto”, mientras estaba mirando los alrededores me tomó, me tumbó hacia el suelo y contra la tierra con piedras me penetró hasta acabar. Otra vez fue llevándome a mi casa, estacionó el auto, y aunque dije que no, continuó amarrándome fuerte con sus manos y brazos. Luego paró el auto, salimos y me violó contra él. Cuándo entendí que ante mi negación siempre conseguía lo que quería, con el tiempo mi cuerpo sólo se dejaba guiar por los deseos del suyo. Cabe aclarar que es corpulento y pesado y tiene mucha superioridad física sobre mí.
Otra ocasión fue en su departamento (como otras tantas) en una de las veces que me quedé sin llave para ir a casa. Como siempre me quedé con la condición de no tener sexo, igual lo terminaba complaciendo por miedo a su reacción siendo que él posee la llave del depto., que también necesitaba para salir a la calle.
Esta vez en particular, me practicó sexo anal, sin consultarme, sin hacer caso a mi negación, ni a mi cuerpo y brazos intentando apartarlo. Por su peso no puede hacer nada y sólo me quedé inmóvil hasta que terminara
Cuando lo hizo y noté que dormía, me fui, esperé largo rato (ni siquiera note cuanto estuve) junto a la entrada del edificio esperando que alguien saliera así poder irme. Esta vez me sentí violada, aunque ya lo estaba siendo hace rato y lo negaba, incluso una vez que me negué a tener sexo y Nicolás frente a la puerta no me dejaba ir, me tomó a la fuerza y me violó frente a un espejo, se lo conté mi mejor amiga cómo una anécdota excitante y de juego, como fetiche de forcejeo, todo era una negación de la mierda que pasé con ese desgraciado.
También estando en el auto para que me deje en mi casa y no me llevara lejos, le practicaba sexo oral y cuando terminaba me dejaba en la puerta de mi casa sin decir una sola palabra. Como ya dije, este tipo se maneja sexual afectivamente así. Es un animal. No me puedo imaginar cuantas mujeres más habrán sido víctimas de este “nene bien” al que encubren tantas personas. Entre ellas la dirigencia de La Cámpora, porque ellos saben lo que pasó y el tipo sigue sus actividades normalmente, apareciendo en fotos, trabajando en campañas políticas, y ocupando cargos. El único pedido que hice, fue que lo desvincularan de la organización. Aceptaron hacerle mostrándose preocupados, pero a Nicolás Roó lo veo viviendo su vida con total normalidad. Y ya me harté. Me harté de sentir que mi violador se ríe de mí y de todas sus víctimas. Me harté de ser orgánica con gente que parece que no se preocupa por otra cosa que su carrera política. Pero por sobre todo me harté de tener miedo.