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La falsedad primera: la tergiversación del lenguaje

Cada vez con mayor énfasis en nuestro país se manipula el lenguaje para desvirtuar realidades, para ocultar vergüenzas o con otras intenciones. Así, los bancos no tienen empleados, como antes, sino que todos son “ejecutivos de cuentas”, los docentes dejaron de ser maestros para convertirse en “trabajadores de la educación”, no se vive en concubinato sino “en pareja” o “con la novia (o el novio)”, no hay inflación sino “reacomodamiento de los precios de mercado” y no importa que los gobiernos sean honestos porque basta con que sean “transparentes”.
 
Con lo del aborto pasa lo mismo. He transcripto literalmente las finalidades de cada uno de los proyectos presentados y allí puede verse claramente que algunos hablan de aborto y otros no pero todos hablan, en el articulado o en la fundamentación, de “interrupción del embarazo”.
 
Mediante esta tergiversación aparentemente inocua del lenguaje se desplaza el eje de la discusión: ya no se centra el problema en la vida intrauterina de un ser humano sino en la situación embarazosa de la madre. En lugar de discutirse sobre la vida de una persona (el no nacido) se discute sobre las incomodidades o problemas que se le causan a otra persona (su madre), tema sin duda importante pero que no puede ser el eje de la discusión, el centro del debate.
 
Si se me pregunta si estoy o no de acuerdo con la interrupción del embarazo mi respuesta será afirmativa: estoy de acuerdo con la interrupción del embarazo siempre y cuando esta interrupción se haga lo más tarde posible: con el parto a término de la criatura; cuando nace el chico el embarazo se interrumpe y finaliza; ¿o no?
 
Porque, nuevamente en esta tergiversación lingüística, se omite una palabra: la palabra “anticipada”. No debe preguntarse si uno está o no de acuerdo con la interrupción del embarazo sino con la interrupción ANTICIPADA del embarazo. Si no se aclara lo de ANTICIPADA la pregunta se transforma en una falsedad porque nadie podría, sensatamente, pensar que el embarazo debería ser algo perpetuo.
 
Y, por supuesto, no puede obviarse que la necesaria consecuencia de la interrupción anticipada del embarazo es la muerte del chico.
 
Pero hablar de “interrupción del embarazo” parece que sonara menos salvaje que “asesinato de una criatura indefensa” aunque lo primero, si se hace anticipadamente, implique siempre lo segundo.
 
En definitiva, encubrir el aborto, o sea la muerte de la persona por nacer, con el eufemismo de “interrupción del embarazo” es tan hipócrita como si cuando la policía me detiene por haber estrangulado a una anciana yo me defendiera diciendo que sólo le provoqué una “interrupción de la respiración”.
 

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