Daniel Canuhé comenzó a jugar al fútbol en el Ceferino Namuncurá de Toay junto a su hermano mayor, Cristian (de larga trayectoria nacional e internacional, y hoy en All Boys), y de allí se fueron a Belgrano de Santa Rosa, donde dirigía su papá Carlos (El Indio). Con un paso posterior por Don Balón, Guardia del Monte y finalmente Atlético Santa Rosa, los hermanos dieron el salto a Lanús con el sueño del fútbol grande entre ceja y ceja.
"Yo tenía 12 años y extrañaba mucho. Iba y volvía, hasta que en 2003 ya me quedé definitivamente en la pensión con Cristian", recuerda el arquero, que vivió varios años en el club hasta que dieron el salto a un departamento, cuando el volante ofensivo ya se destacaba en Cuarta.
"Al poco tiempo nos separamos porque Cristian se fue a Defensa y Justicia, y yo fui haciendo mi propio camino", agrega Daniel, quien formó parte de la primera división menor que dirigió el santarroseño Luis Zubeldía en sus primeros pasos como entrenador de Lanús. "Después, cuando Luis agarra la Reserva, me hace debutar en un partido contra Newell's. Yo tenía 16 años, no tenía una gran envergadura y la gente me gritaba 'arquero enano, andá a trabajar al circo', y otras cosas", cuenta el pampeano, e introduce un tema que fue clave para que su gran sueño bajos los tres palos quede trunco.
Con 1,74 metros de altura, Canuhé empezó a notar que el profesionalismo se alejaba. "Recuerdo un partido contra Estudiantes, donde estaba Marcos Rojo y (Agustín) Alayes, que había bajado a Reserva porque se estaba recuperando de una lesión. Yo voy a buscar una pelota arriba contra Alayes, que me gana y me tira al piso... Ahí me cayo la ficha que el profesionalismo me iba a costar", admite Dani. "Yo era consciente de esa desventaja y lo hablé con Luis (el DT), para ver si me iba a tener en cuenta. El fue sincero y hasta me ofreció sumarme a su cuerpo técnico, pero yo tenía 19 años y quería seguir", agrega.
El cierre en la Reserva de Lanús fue jugando una final contra Belgrano de Córdoba. "Perdimos y yo erré un penal, esa fue mi despedida. Al partido siguiente, contra Boca, voy al banco y ataja Esteban Andrada", recuerda sobre su último partido en el Granate.
Reinventarse en casa
Probó suerte en Deportivo Italiano y Atlanta, donde jugaba su ex compañero Carlos Izquierdoz (hoy capitán de Boca), y en 2010 volvió a La Pampa. Estuvo cinco días en una pensión de Ferro de Alvear, pero un nuevo planteo por su altura terminó de empujarlo a su Toay natal.
Viviendo en la casa que había dejado a los 12 años, su destino futbolístico fue Estudiantil, donde no pudo jugar las primeras fechas por una cuestión de papeles. Y a su vuelta, con el equipo funcionando y Gastón Gómez rompiéndola en el arco, terminó en Reserva.
El fútbol empezó a quedar en un segundo plano cuando comenzó a trabajar en la parte de ventas una casa de deportes del centro santarroseño, ya como sostén principal. Siguió un tiempo en Estudiantil, luego en Deportivo Anguilense y finalmente en Belgrano.
Pero en ese mismo 2011, durante un Congreso de fútbol organizado por Mac Allister, el por entonces coordinador del fútbol de Lanús, Ramón Cabrero, recordó a Canuhé como un buen arquero, que si no fuera por su talla hubiera llegado lejos. Y a partir de allí volvió a escucharse su nombre en el Granate.
"Al tiempo me llamó Leo Noce, que había sido mi entrenador de arqueros, y me propuso sumarme para entrenar a los arqueros de infantiles de Lanús en lugar de Nacho González, que se había ido. En 2012 arranqué", reveló sobre su vuelta al club que lo había formado.
Estudios y regreso final
"Para darle un contexto académico a mi trabajo y para capacitarme, empecé el profesorado de Educación Física, pero a fin de año cambió el coordinador de Lanús, que no tenía buena onda con Noce, y decidió cortar con nuestro trabajo", recuerda con pesar ese duro momento, en el que quedó "colgado" en Buenos Aires.
"En ese momento me aferré a Dios, que fue un sustento muy importante para mí, al igual que mi familia. Por un conocido, en 2013 empecé a trabajar en una constructora de puentes, como administrador, y así me banqué los estudios, lejos del fútbol y midiendo metros cúbicos de hormigón", cuenta, hoy con una sonrisa.
"Mi papá y mi hermano, que estaban iniciando el complejo La 33 en Toay, también me dieron una mano para terminar la carrera, y empecé a mostrarme en escuelitas y en una colonia de vacaciones", añade.
"Hasta que un día me acerqué al club, cuando había cambiado la coordinación, le planteé a Ariel Paolorossi que no tenía trabajo y Lanús me volvió a abrir las puertas", dice Canuhé, al tiempo que reconoce que todos los traspiés del momento le sirvieron para sacarse "el jugador de encima" y para comenzar "a pensar como un trabajador".
A Primera
En 2014, Daniel Canuhé se incorporó definitivamente a Lanús como entrenador de arqueros de las divisiones menores. Mientras se fue capacitando, estuvo con los más chicos, con los juveniles y luego llegó a la Reserva que dirige Rodrigo Acosta y con la que acaban de consagrarse campeones en el primer semestre de este año.
"Hace cuatro años presenté un proyecto para crear un 'Departamento de Arqueros' en el club e incorporaron a Esteban Pogani, que fue y es una pieza fundamental en mi carrera; es como estar en una facultad todos los días", agradece al hoy coordinador del área del Granate, del que surgen grandes arqueros del fútbol argentino.
El salto a Primera División llegó la semana pasada. De cara al nuevo torneo, Canuhé fue promovido al plantel principal y este lunes debutó en su nueva función, cuando Lanús visitó a Rosario Central en la primera fecha. "Salir a la cancha fue muy lindo y emocionante. Se me cruzaron muchas cosas, pero principalmente agradecer al Señor por su guía y a mi familia por el apoyo. Cuando salimos a la entrada en calor, fue una de las sensaciones más lindas de mi carrera", cierra Daniel, hoy feliz en Buenos Aires junto a su esposa Melisa y a su hija Isabella (2), mientras esperan a un nuevo integrante de la familia para enero.
- Valió la pena el esfuerzo...
- Sí, claro. Siempre recuerdo que un día, después de limpiar el piso al finalizar la jornada (en la casa de deportes donde trabajaba en Santa Rosa), me subo al auto de mi viejo, que me había ido a buscar, y lo veo llorando. Claro, yo lo había asumido, pero para él, que había hecho un gran esfuerzo, era duro verme ahí cuando unos meses antes yo estaba jugando en la Reserva de Lanús. Y ayer (por el lunes), cuando debutamos en Rosario, me mandó un mensaje en el que me decía que era feliz y que se sentía orgulloso como padre... Eso le da valor a todo.