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En Rawson, presentaron el libro "Música para Creer y Crecer"

Los escritores Mariano Irigoyen y Sebastián Castelli presentaron el pasado 16 de abril en Rawson (Chubut), el libro "Música para Creer y Crecer". Además, se realizó un agasajo a sus autores por su rol destacado en esa provincia del sur argentino, abordando desde los talleres musicales la integración de la población hipoacúsica a un mundo más igualitario.
 
Estuvieron presentes la ministra de Salud, Miryám Monasterolo; la gerenta General del Instituto Provincial de la Vivienda y Desarrollo Urbano (IPVyDU), Ivana Papaianni; y la subsecretaria de Cultura, Carla Olivet, entre otros asistentes a la presentación.
 
Allí, las funcionarias resaltaron la importancia de la obra que realizaron los autores, ya que refiere a la integración de la población hipoacúsica. Desde la Subsecretaría de Cultura se realizarán las gestiones pertinentes para sumar más publicaciones y de esa manera dotar de ejemplares a las bibliotecas populares de la provincia, y además serán sumados a las entregas de las bibliotecas "Casas y Libros" que se lleva a cabo desde el IPVyDU.
 
La directora del área de Discapacidad, Rocío Duarte, se refirió al nombre del libro y expresó que “desde la Dirección lanzamos el Taller de Música Inclusiva que estuvo a cargo de Mariano Irigoyen, con el fin llegar a distintas personas, sobre todos a aquellas con discapacidad para que puedan creer y crecer en las diferentes situaciones que surgen en la cotidianeidad comunicándose y relacionándose desde la música”.   
 
Asimismo, recordó y destacó que el taller de música inclusivo “fue un proyecto de Paola Laurini que además de ser abogada, es música y participó con nosotros en cada encuentro”.  
 
“El taller -indicó la funcionaria- nos permitió recorrer otros municipios de la provincia con un gran éxito y en base a ello, Mariano Irigoyen y Sebastián Castelli, elaboraron el libro que cuenta las experiencias de la música inclusiva en los lugares visitados”.  
 
“En esta oportunidad -señaló- acompañamos la presentación del libro que lleva el mismo nombre de nuestro taller, con una muestra en escena de la música”.   
 
Por su parte, el autor del libro, Mariano Irigoyen, comentó que “tengo hipoacusia desde los 27 años y utilizo audífonos. Siendo músico tuve que reeducarme por decirlo de alguna forma, con respecto a los sonidos y acostumbrarme a escuchar todo de otra manera”.   
 
“Junto al periodista y escritor, Sebastián Castelli -agregó- tomamos los apuntes y reflexiones que venía realizando sobre los talleres y comenzamos a darle forma para poder transmitir de qué se tratan, que sentimos las personas que usamos audífonos y queremos hacer música, entre otros temas”.  
 
Finalmente, Irigoyen dijo que “el punto es romper o empujar los límites para colaborar con la inclusión”. 
 
 
HISTORIA DE VIDA 
 
Mariano Irigoyen llegó a Chubut por Paola Laurini -moderadora de la presentación- vecina de Rawson, abogada, realizadora musical e hipoacúsica, y conoció su historia. Mariano fue baterista de Nito Mestre, tocó junto a Charly García, pero a sus 22 años sufrió la pérdida auditiva y estuvo 10 años sin poder tocar.
 
Ejerciendo su profesión de abogado, educó su campo auditivo y volvió a conectar con la música, y lo hace aportando su experiencia personal para que otros pares vivan y experimenten que se puede desde la música vencer toda barrera de inclusión.
 
Mariano era una persona con las cosas muy claras. Ya se había recibido de abogado en la Universidad Nacional de la Plata, pero tenía tantas ganas de estudiar música en el exterior, que durante su último año en la carrera tomó clases inglés todos los días. “Aquel momento me resignificó la vida, acomodó todos los valores, me cambió como persona. Prioricé un montón de cosas, como el humor y la risa. Un montón de cosas que de lo contrario no hubiese visto. Hoy no me imagino la vida sin esas herramientas. En estos 22 años hice un montón de cosas que no sé si las hubiese hecho, como ayudar a tanta gente”, comenta.
 
Su vida antes de ese brutal silencio había comenzado a los 12 años, cuando recibió una batería roja en Navidad y dejó el folclore por el rock. Tenía el apoyo de su mamá Susana y su papá, el abogado Mario Pedro Irigoyen. Aquel instrumento era, para él, un símbolo de libertad y democracia, ya que era 1983, y Argentina se encontró con el fin de la dictadura militar.
 
Hoy, Mariano Irigoyen es músico y abogado. En ambas profesiones rompe todos los estereotipos, ya que según él, es un abogado con estilo (usa lentes de sol que combinan con su pelo largo) y no se pone el traje, mientras que en la música logró lo mismo: ser un baterista hipoacúsico. Ese paralelismo es parte de su vida: siempre combinó el derecho con el rock, e incluso le sirvió como soporte y escape tras perder la audición. “Mi costado estructurado responde a eso, mis amigos me dicen ́que soy el más hippie de los abogados y el más careta de los músicos . Desde que estudié abogacía, mi carrera va con la música. Una de las mayores rebeldías es romper un estereotipo. La música es una forma de vida. Vivo las dos cosas, me gustan, y ambas se nutren”, asegura.
 
A pesar de no considerarse un escritor, sino un profesor, entre las obras que redactó cuando se encontró con el final de su primer vida y el inicio de la segunda -como llama él a ese tajo que trazó en el ‘98- se encuentran los libros Administración Municipal de la Producción, Derecho Administrativo Municipal, Libertad de Prensa y de Expresión en Argentina, Debatimos la Regionalización, y El Pueblo Quiere Saber (con coautoria de Sebastián Castelli). “Volví a tocar en el 2008, estuve 10 años sin hacerlo, y me dediqué a escribir para diputados y senadores. Escribir nace de la hoja en blanco y la música del silencio, esos son a su vez un paralelismo y un punto en común. Había dejado la música hasta qué un día me saltó la chapa de querer tocar otra vez, por eso estuve en un taller de reeducación auditiva. Este trabajo que yo hago en los talleres con mis alumnos tardé 10 años en aprenderlo”, agrega.
 
Entre su principal enseñanza destaca que, pese al golpe emocional de lo ocurrido en su carrera musical, “perder un sentido le dio otro sentido a mi vida. Tuve que resignificar los sueños. Antes mi sueño era ir a Estados Unidos, y ahora es hacer un taller con chicos hipoacúsicos, laburar por la inclusión. Ayudar a los chicos que no escuchan para que tengan oportunidades. Sufrí un golpe muy duro, hay que entender la frustración, y yo soy tremendamente emocional. Es magnífico: soy un disfrutador compulsivo, pero cuando te animás a sentir entendés lo que es sufrir de verdad”, dice el artista. Afirma vivir las sensaciones desde otra manera, a observar los detalles y a agudizar los otros sentidos.

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