El hombre fuerte de la provincia le abrió, ni más ni menos, las puertas de su despacho al diputado nacional electo por La Libertad Avanza, Adrián Ravier. ¿El detalle que convierte esto en un movimiento de alta estrategia? Ocurrió el día después de que Ziliotto fuera el único de los peronistas "duros" en asistir al cónclave de gobernadores convocado por Milei en Casa Rosada.
Ziliotto está jugando a ganador.
El Abrazo del Oso y la Cruda Realidad
Mientras muchos de sus pares se esconden o lanzan dardos desde la trinchera, el gobernador pampeano elige la pragmática y el diálogo institucional. Como publicó en sus redes con esa pose de estadista que domina a la perfección: "Más allá de las diferencias ideológicas, es imprescindible dialogar para generar estrategias y acciones en beneficio de La Pampa..."
Señoras y señores, esto no es nobleza. Esto es realpolitik en estado puro. Ziliotto sabe que con Milei en el poder central, confrontar es un suicidio. Por eso, asiste a la Rosada y, acto seguido, "normaliza" al enemigo interno dándole visibilidad institucional.
El Contexto Ácido: Ravier, el libertario que casi da el batacazo electoral en La Pampa, viene de tildar al gobierno provincial de "soviético" y de denunciar la existencia de demasiados "empleados públicos". Es decir, el flamante diputado no ahorró munición gruesa en la campaña.
La Espada de Damocles de los Impuestos
Ravier, con el viento de cola del triunfo nacional, ya se sienta a la mesa y pone sus condiciones, que son las de La Libertad Avanza: "bajar la presión impositiva" y "eliminar Ingresos Brutos". Un sablazo directo al corazón de la recaudación provincial y a la caja de Ziliotto.
Pero el peronista, avezado en estas lides, recibe el golpe sin inmutarse. Al abrirle el despacho, Ziliotto le quita a Ravier la bandera del "diálogo negado" y lo obliga a ser parte del problema. Lo pone contra las cuerdas: "Ya que sos diputado, mostrá qué podés hacer por La Pampa, más allá de la declamación ideológica".
El mensaje de Ziliotto es claro: Yo honro la investidura y la institucionalidad. Si el diálogo fracasa, la culpa no será mía. Es un movimiento audaz que desarticula la retórica de la confrontación pura y dura de los libertarios.









