Por Carlos M. Reymundo Roberts - Periodita
Igual, la tendencia es buena. Ayer, en su primera visita a Córdoba como presidente –es lógico que haya relegado a esa provincia, dada su escasa gravitación–, se dispuso un vasto operativo de blindaje, para evitar que la legión de cordobeses que no lo quieren y que siempre votan a Macri se pudieran acercar. Ya le pasó en Salta, donde fue tan mal recibido por gente que bajó de los árboles y no de los barcos. Días atrás tuvo que suspender la visita que iba a hacer a Pergamino porque piquetes de la abundancia de la patria sojera le habían tendido una emboscada. Bien ahí los reflejos de sus asesores; la consigna es proteger al profesor, que solo vaya a lugares donde lo esperan con los brazos abiertos, tipo La Matanza, Formosa y la quinta de Olivos.
Las buenas señales de la Casa Rosada resultaron contagiosas. Carlita Vizzotti ahora reconoce que lo de las segundas dosis se ha convertido en un tremendo problema; ella venía sugiriendo: “No llegamos con la primera y me vienen a hablar de la segunda”. El inefable Tijera Kicillof (todos los días corta una cinta, aunque más no sea para inaugurar una maceta o el cordón de una calle, y, cuando se acaben, inaugurará pozos) había dicho que los bonaerenses no debían inquietarse por el segundo pinchazo, porque el primero no vencía; casi que no hacía falta. Fue la confirmación de que Putin y Sigman son más eficientes para cobrar que para entregar. Como la necesidad tiene cara de elecciones, Carlita cayó en la apostasía al revelar que las negociaciones con el laboratorio Tío Sam-Pfizer están en el último tramo. Ya se puso a cantar con Copani: “Traigan la Pfizer/dame la Pfizer/poneme la Pfizer…”.
El clima de racionalidad se nota también en la conformación de las listas en las dos principales alianzas. En el oficialismo, la ausencia de nombres de peso es tan dramática que para la provincia se está hablando de llevar en primer término a esta chica Tolosa Paz, una concejala que en las últimas horas ha cobrado notoriedad por no apagar la cámara cuando en un Zoom maltrata a un colaborador, y por haber sostenido que en Venezuela rige el Estado de Derecho (todos los venezolanos tienen derecho al hambre, a la cárcel, a la tortura y a exiliarse). También se menciona para ese lugar a Santiaguito Cafierito, célebre por haber fundido una librería en San Isidro. Como siempre, la que aportó sentido común fue Cristina: hizo saber que, si faltan candidatos, hay que candidatear a la prosperidad: poner plata en los bolsillos; en eso está hoy el Gobierno, en un carnaval de subsidios y congelamientos, y animando a los gremios a que pidan más. Imposible negociar con el Fondo en estas condiciones, pero cuánta política está aprendiendo Martín Guzmán; volverá a Columbia como un experto en mercados electorales.
En la oposición, la sangre no llegará al Riachuelo. Ahí, lejos de faltar figuras, sobran. El Colo Santilli sale a caminar por San Justo y primero le piden un autógrafo y después le preguntan cómo se llama. A Mariu Vidal le piden selfies dondequiera que vaya, pero ella solo acepta si se trata de nacidos y criados en la Capital. Lilita es la Biblia, y también el calefón: a Dios rogando y con el mazo dando. Macri lanzó su campaña con un mensaje de optimismo: el Covid es solo un resfrío fuerte; frente a la escasez de vacunas, tampoco es un mal eslogan para el Frente de Todos. El radicalismo apuesta por Facundo Manes, justo lo que le estaba faltando a Juntos por el Cambio: un especialista en ordenar cabezas.
Carlos Heller se sumó a la onda de priorizar la sensatez al interrumpir una sesión en Diputados para gritar el gol que les hizo Maradona a los ingleses hace 35 años. Me pareció un lindo homenaje, que además llevaba implícito el reclamo de soberanía en las Malvinas. Hacen falta esas reivindicaciones, sobre todo cuando Morgan Stanley acaba de hacernos descender a la categoría standalone; es decir, pasamos de mercado emergente, que ya era desdoroso, a sumergido. Este downgrade nos deja en la compañía de países como Botswana, Zambia o Jamaica, cuyas economías son una ratificación del fracaso del capitalismo.
Entre tanta mesura, permitámonos cierta regresión. Un tribunal redujo la condena de Juan Pablo Schiavi, condenado por la tragedia de Once, gracias a que en prisión hizo cursos de ukelele, jardinería y ajedrez; qué picardía, con lo útil que resultan esos saberes en el sistema penal. La diputada kirchnerista María Rosa Martínez presentó un proyecto de ley para que haya un Día Nacional del Circo.
Proyecto oportuno, pero incompleto: falta el pan.