Los niños no están solos. La embajadora explicó que en el lugar hay soldados buceadores médicos y especialistas en salud, que fueron para analizar su estado físico. Les llevaron alimentos a través de un gel energético, para recuperar las fuerzas y minerales. También complejos vitamínicos, leche, tabletas con proteínas, medicinas para cualquier eventualidad y mantas para protegerse del frío.
Los chicos entraron el 23 de junio, cuando todavía no había comenzado el monzón, la época de lluvias que arranca a fines de junio o principios de julio. Ellos ingresaron legalmente, porque las cuevas -que forman parte de un paquete turístico- cierran recién en julio por el mal tiempo. Pero el problema fue que con la llegada del agua, el lugar se empezó a inundar.
Respecto al operativo para rescatarlos, la embajadora contó al canal de noticias que "se continúa con el funcionamiento del drenaje del agua en la cueva". Y agregó que "donde están estos jóvenes es una zona un poco más arriba de donde estaban en un primer momento, y por eso se han refugiado en esa parte. El agua no ha llegado hasta ahí".
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Volver nadando no es una opción posible, por la distancia y la complejidad. "Desde donde están hasta la entrada principal son aproximadamente 7 kilómetros. Y todo por agua", dijo la embajadora. Y agregó que "los niños deberían aprender a nadar y a bucear, lo cual es una cosa muy complicada por la respiración".
Respecto a la alternativa de cavar una nueva entrada, Cuzzoni de Sonschei explicó a TN que al principio se vio esa posibilidad, aunque de una manera menor, y se encontró que era muy difícil hacerlo porque son todas rocas. "Es un trabajo muy riesgoso y muy comprometido", señaló.
También se intentó poner cables subterráneos para que los niños se pudieran tener comunicación con sus familias, pero por problemas técnicos todavía no se pudo lograr.
Fuente: Clarín