Actualmente la Justicia investiga la muerte de Nisman bajo la teoría del homicidio y, este miércoles, se conoció un intenso cruce de llamadas entre la expresidenta y el entonces secretario de Seguridad, Sergio Berni, producido en las horas posteriores al hallazgo del cuerpo del fiscal.
La investigación se realiza sobre un total de 31 comunicaciones que comenzaron a las 0.36 del lunes 19 de enero, poco más de dos horas después de que encontraron el cuerpo de Nisman, y culminaron pasadas las 16 de ese mismo día.
Dichas comunicaciones, a las que accedió Clarín, son 22 llamados telefónicos y 8 mensajes de texto enviados desde el celular de Berni a los teléfonos de los secretarios privados de Cristina, Mariano Cabral y Pablo Barreiro, y de esos celulares al de Berni.
Lo llamativo es que en su declaración, Berni aseguró haber llamado solamente dos veces a Cristina Fernández de Kirchner en la madrugada en que se conoció de la muerte del fiscal. Sin embargo, cinco de las 22 llamadas están registradas en esas primeras dos horas y directamente desde la escena del crimen.
Lo que nunca dijo Berni es que había vuelto a llamar a la expresidenta en 11 ocasiones más, ni que había recibido otros 18 llamados de los teléfonos de los secretarios privados de Cristina. Esas comunicaciones duraron toda la madrugada, ya que el último registro marca las 6.30. En ese período fueron 12 comunicaciones, 8 de Cristina a Berni (5 llamadas y 3 mensajes) y las otras cuatro en sentido inverso, pero siempre con llamados.
La comunicación siguió hasta la tarde con 19 llamadas y mensajes más que Berni omitió en su declaración ante la fiscal Fein, en febrero de 2015, a pesar de que en aquel momento le pidieron expresamente que detallara la cantidad de comunicaciones que había tenido con la presidenta durante esa noche.
Mientras tanto, el departamento del fiscal se llenó con más de 50 personas que contaminaron la escena del crimen.
Ahora, intentan determinar qué órdenes recibió Berni y qué ordenó a quienes actuaban allí mismo. El ex jefe de la Federal, Román Di Santo, que estuvo en la escena del crimen aquella madrugada y además era el jefe máximo de los custodios de Nisman, nunca declaró en la causa.