El COVID-19 generó un cambio económico global de dimensiones poco conocidas. Pasaremos de una economía con estancamiento secular, exceso de ahorro que generaba poca inversión y escaso crecimiento, a una economía en donde los cambios estructurales obligarán a realizar inversiones, cambiar la dirección del dinero y apuntar a negocios con potencialidad de crecimiento.
La sumatoria de despidos en empresas, la orden de pesificar tarifas y desdolarizar la economía, y la visita del presidente electo a México nos dejan un sabor a retroceso en materia económica. Con estos lineamientos la inversión estará ausente en el año 2020, la economía retrocederá y el mercado interno está en problemas.
Argentina necesita reestructurar la deuda pública en un mundo con tasas de interés negativas, casi un blooper financiero. Se habla de reestructuración, pero se desconoce el plan económico futuro, se pretende construir un flujo de fondos sin saber cómo se va a financiar.
El gobierno congelará tarifas y tipo de cambio hasta fin de año. Como no tiene financiamiento porque reperfiló las letras de corto plazo, puso en escena a la maquinita para financiarse. Más brecha entre el dólar oficial y el dólar bolsa. Los tenedores de dólares tienen jugosos negocios por delante.
Argentina ingresó en un nuevo escenario financiero, el resultado de las elecciones será vital para el cambio de expectativas. El cepo llegó para quedarse. Un nuevo escenario en donde manda la liquidez y los activos financieros se convirtieron en una pesada carga, si no queres perder dinero habrá que mantenerlos hasta el 2021.