El debate sobre el impuesto a la riqueza es un capítulo más de la saga interminable que la política escribe mandato tras mandato sin ir a la cuestión de fondo: el control del gasto público.
La decisión poco inteligente del gobierno nacional de aumentar los derechos de exportación, que es un impuesto negativo y que en cualquier porcentaje, retrae y desalienta la producción, nos obliga a poner de nuestro bolsillo para solucionar el gasto público que, en términos simples, no es otra cosa que el resultado de las malas decisiones políticas. Aportamos cada vez más, y sin embargo, el déficit crece y la pobreza nunca baja.
Un freno implacable. Un parate inesperado. Un antes y un después es el común denominador que sintetiza el escenario internacional y nacional en el que se pergeñan nuevas reglas y donde el campo seguirá siendo un actor trascendente, no sólo para traccionar la economía, sino también para seguir generando los alimentos que el país y el mundo van a necesitar.