Por: Ernesto Tenembaum / Infobae
El miércoles pasado, la agrupación kirchnerista La Cámpora produjo un hecho inédito en su historia: informó en un comunicado que juzgará a uno de sus integrantes y que se desvinculó de otros tres luego de que todos ellos fueran denunciados por casos de abusos graves contra mujeres. Esa fue la respuesta pública ante una crisis que vive esa agrupación por las denuncias contra algunos de sus dirigentes y cuya profundidad es imposible percibir si no se conocen los detalles de cada denuncia. Desde su fundación, en 2008, La Cámpora fue sometida a múltiples tensiones: ninguna tuvo la magnitud de lo que ocurre en estos días.
El principal involucrado en los casos de abuso sexual es el senador Jorge "El Loco" Romero. En las horas siguientes a la denuncia de Thelma Fardin, Romero se apresuró a informar por Facebook que renunciaría a sus "responsabilidades" y que se sometería al procedimiento establecido por el Protocolo contra la Violencia de Genero de La Cámpora. En el comunicado de La Cámpora, se informó que, en realidad, sería juzgado por voluntad de la organización y no por decisión suya. Romero no es solo senador provincial sino también el responsable máximo de La Cámpora en la provincia de Buenos Aires. Es un hombre del entorno más íntimo de Máximo Kirchner. En un acto realizado en Florencio Varela, en el año 2016, Máximo se refirió a él. "El nunca evitó poner el cuerpo. Él siempre estuvo", dijo el jefe de La Cámpora. Desde entonces Romero se transformo en una especie de prócer para la militancia bonaerense.
Unos meses después, en enero del 2017, se produjo el episodio que ahora lo ubica en el centro de la escena. Luego de ir a bailar, un grupo de militantes se trasladó a un departamento. En ese contexto, Romero le ordenó a Stephanie Cole que le practicara sexo oral a él y a otros dos militantes. "Me encerraron en una cocina y empezaron a pasar de a uno. El primer chico me avanzó pero como yo resistí aceptó mi negativa. Con el segundo chico pasó lo mismo. Cuando logro salir, 'El Loco' Romero me agarra, me mete en el baño, traba la puerta, se baja los pantalones y, de una forma más guaranga, dijo que quería que le haga sexo oral. Grité, forcejee para abrir la puerta. Solo accedió cuando escuchó que mi compañera salía de otra pieza donde también había sido encerrada", contó Stephanie, su denunciante.
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El senador Jorge “El Loco” Romero y Miguel Ángel Despo, jefe de logística de La Cámpora
Stephanie entonces se comunicó con el responsable de logística nacional de La Cámpora. El señor se llama Miguel Ángel Despo y en muchísimas fotos aparece muy cerca de Cristina Kirchner, como una especie de guardián de sus movimientos. Al escuchar el relato, Despo sonrió: "El compañero Romero suele aplicar estos métodos". Stephanie quiso comunicarse con Mayra Mendoza, la única mujer que integraba la conducción de La Cámpora. No fue atendida, ni siquiera en estos días, después de que sus denuncias tuvieron trascendencia pública.
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Miguel Ángel Despo (de campera azul), “custodio” de Cristina Kirchner en un acto
En la jerga interna de La Cámpora, hay un grupo de muchachotes a los que se denomina "Los Apóstoles". Son una especie de comando que rodea a Máximo Kirchner, en su mayoría reclutados por el diputado nacional Andrés Larroque. Entre los integrantes de ese equipo hay varios involucrados en el escándalo. El más destacado es, justamente, el senador Romero, a quien no se le pidió que renuncie a su banca de senador provincial ni se lo excluyó del bloque de Unidad Ciudadana. Sólo se anunció que se lo someterá a un tribunal interno, cuya composición es secreta, y se le aplicará un Protocolo, que tampoco conocen las militantes.
Otro es Gustavo "El Misio" Cáceres, responsable de La Cámpora para el interior del país. Cáceres es el dueño del departamento donde ocurrió todo, estuvo presente y no mereció ningún reproche en el documento de la Cámpora. Despo, el hombre que le reconoció a Stephanie que esas prácticas eran habituales, es otro de los Apóstoles. El cuarto apóstol de esta historia se llama Gustavo Matías.
Sofía Amarillo contó que en 2014, cuando tenía 18 años, fue citada por Matías. "Me propuso pasarme a buscar por casa (…). A la media hora me avisan 'puerta'. Yo salgo y me encuentro con un tercer compañero que, entiendo, hacía de remis (…). Llegamos a una casa que no conocía… Yo esperaba a Gustavo en el auto. Miro por la ventana y veo mucha gente que yo conocía. Gustavo se sube al auto, al asiento de adelante, donde estaba yo. (…) El compañero que manejaba acelera… Estaba en un auto con gente mucho mayor, no sabía a donde iba (…) Recuerdo que tomaron merca y ver dos armas, hicieron que las vea, justo antes de llegar a un telo en la costa de Vicente López. Me dicen 'bajate' (…) No sabía dónde estaba. Sentí miedo y bajé… Mi próximo recuerdo es estar en una habitación y él saliendo de la ducha. Se acercó a mí, no sé si desnudo o en toalla. Y no recuerdo más. Creo que discutimos y que llamó por teléfono al conductor del auto porque yo 'no servía para cuidarlo'".
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Gustavo Matías junto a su nuevo líder, el ex secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno
En su comunicado, La Cámpora aclara que Matías ya se alejó de la agrupación. Eso no quita que fue un dirigente importante. Su nuevo destino fue transformarse en la mano derecha de Guillermo Moreno en el distrito de Vicente López.
En los días posteriores al estallido del escándalo, algunos camporistas sostuvieron que son prácticas patriarcales que se dieron en todas las fuerzas políticas. También es verdad. Pero en ninguna otra fuerza se han conocido, al menos hasta ahora, tantos casos y tan cercanos a la conducción.
En el mismo comunicado, La Cámpora informó que Julián Eyzaguirre fue excluido de la agrupación por haberse negado a ser sometido al Protocolo contra la Violencia de Género. Eyzaguirre era otro dirigente importantísimo: el jefe de los universitarios de La Cámpora. Fue denunciado por ejercer violencia de género contra su propia mujer. Como ella pertenecía a una familia de tradición sindical que amenazó con difundir el hecho, Eyzaguirre fue obligado a renunciar a su cargo. Pero no fue excluido: fue contratado por Mariano Recalde durante varios años.
Entre los denunciados por abusar, encubrir o proteger la lista crece a cada paso: Romero, Cáceres, Eyzaguirre, Despo, Matías, Recalde, Mendoza. En medio del vendaval, el domingo pasado Infobae publicó una nota firmada por Marisol De Ambrosio, una militante muy conocida porque publicaba un blog popular entre la militancia. Por eso fue contratada en la agencia Telam. De Ambrosio contó que su pareja, un referente barrial de La Cámpora, la empujó delante de sus compañeros y sumó otro nombre: Juan Cabandié. "Durante años, quienes fuimos militantes nos callamos porque 'no convenía' hablar de abusos en las filas kirchneristas: no quisimos que quienes fueron nuestros compañeros, ni nuestros familiares o nuestros amigos, nos acusen de traidoras del Proyecto Nacional. Si nombramos a Juan Cabandié como uno de los más famosos acosadores de La Cámpora (conmigo lo hizo verbalmente y delante de todos en un campamento en Cañuelas), o a personajes menores como Julián Eyzaguirre (ya denunciado por violencia de género), nos condenan a la esquina donde yacen los 'funcionales a la derecha'".
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Juan Cabandié en el Foro de Clacso en Ferro (Foto: Matias Baglietto)
La multiplicación de casos denunciados -algunos de ellos ya admitidos por la "organización"- ha generado preguntas obvias que recorren en estos días a gran parte del kirchnerismo, que mira desde hace años con recelo y perplejidad ciertas prácticas de los cuadros que dirigen esa organización: ¿eran episodios aislados o producto de una cultura que afectaba a esta agrupación mucho más que a otras? ¿Por qué a las militantes solo les quedó como remedio la denuncia pública, con todo el dolor que implica para ellas denunciar a su propio marco de pertenencia y así sufrir la pena implícita de la marginación? La primera denuncia pública fue difundida por Aylen Borda, en 2017. La única reacción oficial fue amenazarla para que callara.
El problema es delicado para Cristina. Porque ante una conducta semejante de los dirigentes de cualquier agrupación, la reacción obvia sería romper con ella. Pero en este caso, el jefe de la agrupación es su propio hijo y algunos de los principales acusados son sus amigos personales. La Cámpora fue pensada como una agrupación fiel a Nestor y Cristina Kirchner para disputar poder con el resto del peronismo, al que se percibía como una fuerza menos pura, más pecaminosa. Decenas de miles de jóvenes idealistas la transformaron en un fenómeno masivo luego de la repentina muerte de Nestor Kirchner. Seguramente la mayoría de ellos siguen siendo tan idealistas como entonces. Algunos creerán que todo se trata de una conspiración mediática. Otros tantos argumentaran que estos abusos son transversales: ocurren en las mejores familias. Pero muchos estarán viviendo esto con enorme incomodidad esperando una respuesta tardía, aunque respuesta al fin, de los líderes en los que aún creen.