La mujer del periodista Ricardo “Ruso” Di Nápoli contó este martes en el juicio de la Subzona 14 II cómo los represores lo obligaron a renunciar a su trabajo en el informativo de Canal 3 en plena dictadura. Durante una nueva audiencia, Alicia Adriana Depetris contó la historia del periodista fallecido hace tres años publicó El Diario de La Pampa.
Di Nápoli estuvo detenido unas horas en noviembre del ’75 por el grupo de tareas, en la Primera y en Jefatura, sin ninguna orden judicial. Lo interrogó el represor Roberto Fiorucci sobre su actividad política, universitaria y sindical, ya que formaba parte del Sindicato de Prensa. “Había otra persona, pero no la vio”, dijo su esposa este martes. En el interrogatorio hubo palabras ‘intimidantes‘, pero no violencia física.
“Lo dejaron libre entrada la noche”, dijo. Y agregó: “Venía con un relación conflictiva con las autoridades del canal, con el secretario de Medios, Montiel, tenía desaveniencias sobre todo por la forma en que conducía el informativo. Lo habían querido sacar en varias oportunidades”.
Luego de la detención lo reubicaron en el área de televisión educativa. Después del golpe ese área fue desmantelada, volvió al canal y lo pusieron a trabajar en un archivo. “Asumió en Medios el capitán (Guillermo Agustín) Buitrago. Él tuvo algunas reuniones con este señor, había disparidad de opiniones sobre qué hacer con el informativo, y le pidió que presente la renuncia porque no se podía quedar en el canal y sino no se iba a poder quedar en la provincia porque le iban a aplicar la ley antisubversiva. Se retiró muy shockeado por la amenaza porque sabíamos lo que estaba pasando en la provincia y el país”, confió. “Esta sugerencia nos definió. Lo charlamos y renunció, totalmente conmovido porque le gustaba muchísimo la profesión”, señaló.
En ese momento, abrieron una librería, que tuvieron durante 17 años, Amerindia. Allí se dieron cuenta de que iban agentes de civil a revisar los libros que tenían. Por eso, les mandó una nota al juez federal, Walter Lema, y al jefe de Policía, Luis Baraldini, para que le informaran cuáles eran los libros prohibidos, aunque no le contestaron.
Finalmente, la mujer de Di Nápoli reivindicó la “mistica de esa época que llenó nuestra vida”. Dijo que la represión “cambió el rumbo que teníamos imaginado, tuvimos que cambiar de trabajo, aunque no estoy arrepentida porque hicimos una cosa que nos gustaba”.
“Hoy tenemos una editorial, y tratamos de seguir con los mismos conceptos de entonces. Fueron inconvenientes a los que nos pudimos adaptar y lamento con muchísimo dolor que para otra gente fue in crescendo y sufrieron consecuencias que no tuvieron solución y destruyeron sus vidas. Con esas personas mantengo toda mi solidaridad y respeto”, concluyó.
Un testimonio inconcluso
En primer lugar, declaró la víctima Omar Benedicto Garrido Reyes, que trabajaba en Santa Rosa en una empresa y luego del golpe fue detenido el 26 de marzo en su casa por militares y policías. De la Primera lo llevaron después de un día a la Colonia Penal. Dijo que a la noche lo sacaban encapuchado, lo golpeaban porque se negaba a firmar una planilla. Estuvo entre seis u ocho meses secuestrado.
Un día lo trasladaron en avión, donde lo golpeaban, para Neuquén, pero regresó porque “según ellos íbamos presos equivocados”. “Nos bajaron y nos llevaron de nuevo a la cárcel. Con mucho maltrato, ya ni quiero recordar”, confió. El testimonio se interrumpió en ese momento porque los jueces contemplaron el dolor y el llanto que le provocaba seguir relatando.
Picaneado en la Primera
Por otro lado, el testigo René Villanueva contó que salió de su trabajo en tribunales y cuando llegó a su casa lo esperaba un Falcon con policías, entre los que estaba el represor Roberto Fiorucci, quienes lo detuvieron sin orden judicial. Estuvo en la Primera y en la Colonia Penal.

Del penal lo sacaron para interrogarlo en la Primera, vendada. Allí le pusieron una venda húmeda en el cuello y a aplicarle picana. “Me hacían preguntas que no podía contestar, no sabía de qué me acusaban. Se enojaron porque yo no gritaba. Me pegaron trompadas. Hasta que me dijeron que me vaya, y me sentaron afuera”, contó.
“Había varias versiones, que me iban a tirar de un avión, capaz que era fantasía o no”, agregó.
Villanueva había participado en la creación del gremio de los judiciales y daba clases en Bellas Artes. ‘Nunca nadie me explicó por qué estábamos detenidos‘, dijo.
Al mes lo liberaron y lo echaron de la justicia. La noticia en la celda se la dio Baraldini: “Me dijo que lo mío había sido un puro puterío”.
Fuente: El Diario de La Pampa