Los estudiosos del tema y quienes lo vienen siguiendo de cerca aseguran que no se trata de una censura propiamente dicha, en el sentido de no haber sido ordenada por el parlamento, gobierno o grupo político específico. Al referir a la situación, la publicación Esquire habla de un trasfondo cultural sobre el que se produce esta situación: "No son libros prohibidos de forma oficial, no: es todo mucho más sutil. Sencillamente, son retirados de las bibliotecas públicas, de colegios e institutos, de las librerías. Poco a poco. Primero sin que nadie se dé cuenta, luego de forma más patente. Y las editoriales se dan cuenta. Y los escritores se dan cuenta. Y los lectores se dan cuenta. Y los medios de comunicación escriben sobre ello".
En la novela Maus, Spiegelman cuestiona profundamente el nazismo a partir de intentar plasmar expresiones en relación a la experiencia de su padre como prisionero de Auschwitz. En la obra los polacos lucen como cerdos y los nazis como gatos. "Recuerdo a mi padre tratando de describir a qué olía el humo en Auschwitz. Lo más cerca que llegó fue a decirme que era indescriptible. Exactamente así olía el aire en Lower Manhattan luego del 11 de septiembre", contó una vez el artista. Su historia, la que lo llevó a obtener nada menos que un premio Pulitzer, fue cancelada por una Junta Escolar regional que expreso sus "preocupaciones sobre blasfemias y una imagen de desnudez femenina en su representación de judíos polacos que sobrevivieron al Holocausto". Spiegelman dijo estar "desconcertado por esto".
En Inglaterra, la Universidad de Chester tuvo que salir a dar explicaciones tras advertir por las dificultades de estudiar "Harry Potter y la piedra filosofal". Se argumentó que la obra de J.K. Rowling, una autora que ha sido en más de una vez como "transfóbica", "puede conducir a conversaciones difíciles sobre género, raza, sexualidad, clase e identidad". Esto ocurrió en el módulo de Enfoques de la Literatura a cargo del Dr. Richard Leahy, en donde también pusieron la lupa sobre "Los Juegos del Hambre" de Suzzanne Collins y la Aurora boreal de Philip Pullman.
Cabe recordar que algo similar había ocurrido años atrás con Harry Potter en una escuela católica de Nashville al acusar la inclusión de "maldiciones y hechizos reales con los que los niños "podrían invocar espíritus malignos". A esos planteos adhirieron grupos conservadores y religiosos, ante todo, estadounidenses, que se sumaron al rechazo de los libros de J. K. Rowling por abrir "una puerta que mandará incontables millones de niños al infierno".
Desde la casa de estudios británica deslizaron, sin embargo, que "estos temas serán tratados de manera objetiva, crítica y, lo que es más importante, con respeto". En medio de la polémica, el parlamentario Andrew Bridgen, señaló a la prensa que estas actitudes "generan resiliencia" y calificó como "muy triste que las universidades busquen robarlas con ridículas advertencias". Por su parte, voceros de la academia dijeron que la universidad "promueve las discusiones en lugar de advertirlas".
"Por supuesto, incluimos un párrafo genérico en nuestras listas de lectura para llamar la atención sobre la oportunidad de que los estudiantes hablen con los tutores si algo es particularmente difícil debido a su relevancia personal (...) Las discusiones del seminario son suficientes para que un estudiante ponga un tema en contexto", señalaron.
En Inglaterra este fenómeno se replicó en la Universidad de Northampton, específicamente en la materia de Identidad bajo construcción, en torno a "1984" de George Orwell. El juicio sobre este clásico, una de las novelas más importantes del Siglo XX, fue que incluye "material explícito" que puede considerarse "ofensivo y molesto". Se cuestionó que "aborda temas desafiantes relacionados con la violencia, el género, la sexualidad, la clase, la raza, los abusos, el abuso sexual, las ideas políticas y el lenguaje ofensivo".
En un comunicado se expresa que "somos conscientes de que algunos textos pueden ser desafiantes para algunos estudiantes y lo hemos tenido en cuenta al desarrollar nuestros cursos". Se referían a obras comp "Final de partida" de Samuel Beckett y la novela "V de vendeta" de Alan Moore.
Al trazar una paradoja con esta situación, Bridgen sostuvo que "hay una cierta ironía en que los estudiantes de ahora reciban avisos previos a la lectura de 1984. Nuestros campus universitarios se están convirtiendo rápidamente en zonas distópicas del Gran Hermano donde se practica la neolengua para disminuir el rango de pensamiento intelectual y cancelar a los hablantes que no se ajustan a él".
También habló del tema el biógrafo de Orwell, David Taylor, un tanto indignado: "Si bien los adolescentes pueden encontrar alguna de las escenas de la novela como perturbadoras, nadie en edad universitaria puede sorprenderse por el libro". En el caso de Spiegelman, en Estados Unidos, expresó su lamento por la cancelación de la Junta: "Esa Junta Escolar era “orwelliana”. Conocí a tantos jóvenes que aprendieron cosas de mi libro".
El autor Juan Gabriel Batalla dice en "La cultura de la cancelación: del juicio público a la era del clickbait" que "la cancelación no es propiedad de nadie y a su vez nadie está exento de ella, no respeta actualidades, trayectorias ni billeteras, pero siempre tuvo algo que la caracteriza: una moral". Según apreció, "en tiempos de pandemia, el gesto se replica como una nueva cepa de la censura y toma las características de sus herramientas de circulación: las redes sociales".
El tema llega a las esferas más altas. Como contrapartida a las apreciaciones de Birdgen en Inglaterra, en Oklahoma, Estados Unidos, un senador republicano, Rob Standridge, no sólo dio su punto de vista sino que hasta presentó un proyecto de prohibición en las escuelas públicas de aquellos "libros que aborden el estudio del sexo, las preferencias sexuales, la actividad sexual, la perversión sexual, las clasificaciones basadas en el sexo, la identidad sexual, la identidad de género, o libros que tienen contenido de naturaleza sexual que un padre o tutor legal razonable querría conocer o aprobar antes de que su hijo esté expuesto a él".
La prohibición de libros, o cancelación cultural para los más academicistas, tiene en los Estados Unidos un movimiento de resistencia que ha florecido en los últimos años. Se trata de una campaña anual de concientización promovida por la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos y Amnistía Internacional que celebra la libertad para leer, la cual además llama la atención sobre los libros prohibidos y cuestionados y resalta a aquellas personas perseguidas.