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OPINIÓN | Lo que dicen las encuestas

Algunos periodistas creen que las elecciones se deciden exclusivamente por la evolución de la inflación o el precio del dólar, sin tomar en cuenta que los seres humanos somos más complejos que los perros que Pavlov usaba para sus experimentos.
 

por Jaime Durán Barba - Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.
 
Las encuestas no sirven para adivinar el futuro pero sí para conocer los múltiples y complejos sentimientos y actitudes que influyen en los comportamientos de la gente.
 
En la ciencia política norteamericana del siglo pasado estuvo de moda la teoría del rational choice, que postulaba que los electores escogen racionalmente lo que más les conviene, comparando programas, discursos, ofertas de los candidatos. Con el desarrollo de la psicología y otras disciplinas, en los últimos años nadie que trabaje en la realidad defiende esa teoría. En algunas circunstancias revive la teoría del estímulo-respuesta de Pavlov, reemplazando la campana que usaba para provocar una reacción en los perros con noticias sobre la economía.
 
Algunos periodistas creen que las elecciones se deciden exclusivamente por la evolución de la inflación o el precio del dólar, sin tomar en cuenta que los seres humanos somos más complejos que los perritos que usaba el reflexólogo para sus experimentos. Es obvio que nos importa la economía, pero hay otras cosas que nos alegran, asustan o entristecen.
 
A las calles. Cristina inició su campaña electoral con paros y movilizaciones para tomar las calles y, según sus seguidores más fanáticos, conservar el invicto de que ningún gobierno no peronista puede terminar su período en Argentina. La idea de que el poder procede de las calles está vigente todavía en grupos que no saben ganarlo en las urnas. En la sociedad contemporánea se extendió la democracia, la gente no acepta sumisamente lo que hacen las elites. En los índices de confianza institucional, los sindicatos, los partidos políticos, determinadas instituciones del Estado, llegan apenas a un 20% de aprobación.
 
En el siglo pasado, la gente común obedecía, no cuestionaba las decisiones de los poderosos miembros del establishment, como dirigentes políticos, sindicales, medios de comunicación, intelectuales o dirigentes de distinto tipo. Vivimos una ola de triunfos de candidatos extraños al sistema: tiene que ver con ese rechazo. Incluso las movilizaciones de protesta más notables, como el derrocamiento del coronel Lucio Gutiérrez en Ecuador, el Movimiento 132 de México, los Indignados de España o los “chalecos amarillos” de Francia no están integrados por organizaciones formales o las centrales sindicales, sino por gente que se conecta directamente y protagoniza movilizaciones tan ruidosas como efímeras.
 
Violencia. Hace pocas semanas pudimos conocer resultados de encuestas argentinas que ratificaban lo que se ha venido agudizando en esta década: la mayoría rechaza que se organicen  paros y mucho más la violencia que traen consigo, que antes era aceptada como normal. Cuando se preguntó “¿usted está a favor o en contra de que las organizaciones sindicales hagan un paro nacional?”, un 57% se manifestó en contra y un 37% a favor. Ni que decir del rechazo masivo al accionar de los grupos de delincuentes que obligan a plegar al paro por la fuerza, o a la presencia de los individuos que desfilaron enmascarados, armados con garrotes, apoyando la medida de fuerza.
Estas personas hacen campaña por Macri, ocupan el lugar que tuvieron los militantes de Quebracho, que con su violencia y su apariencia iracunda le dieron tantos votos cuando fue candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. En la sociedad machista los aprietes eran más fáciles. De hecho, los sindicalistas y sus grupos de choque, y la mayoría de los delincuentes, son hombres, y quienes les hacen frente suelen ser mujeres. Pasó con varios grupos de apretadores y también con mujeres que trabajaban en un restaurante y corrieron a los delincuentes arrojándoles cuanto objeto tenían a mano. Esa valentía es inusual en los hombres.
 
Piqueteros. Pasa algo semejante con las movilizaciones de piqueteros, que cuentan con la antipatía de la población. Un 33% de los argentinos cree que deben ampliarse los planes sociales y un 56% querría que simplemente se reprimiera esas manifestaciones. El marketing de los que negocian con la pobreza y organizan ollas populares en cualquier sitio de la Ciudad, llevando a los pobres que controlan para que coman, es muy caro. La gente se da cuenta y supone que quienes organizan estos espectáculos son personas muy ricas, a veces cuestionadas por la Justicia. Los datos son coherentes con la imagen de sus principales dirigentes.
Hemos seguido la evolución de la imagen de Hugo Moyano durante los últimos diez años, que siempre ha sido muy negativa: por cada persona que lo ve bien, hay al menos dos que lo rechazan. Actualmente tiene un 58% de rechazo frente a un 24% de aprobación. Aunque es poco conocido, Juan Grabois también tiene una mala proporción: lo ve bien el 15% de los argentinos y mal el 28%. En ambos casos, son dirigentes que cuando apoyen a un candidato le quitarán votos.
 
Cristina. Ocurre lo mismo con la mayoría de los dirigentes que rodean a Cristina. En la tabla de personas con más rechazo en la población están Hebe de Bonafini, Luis D’Elía, Guillermo Moreno, Julio Bárbaro, Carlos Zannini, Amado Bodou, Julio De Vido, el Pata Medina, el Caballo Suárez y otros “presos políticos” por la corrupción. La mayoría de argentinos que votó por Macri lo hizo porque no quiere que esas personas estén en el poder. La frase “devuelvan lo que robaron” tiene el apoyo de una amplia mayoría.
 
Son muchos los argentinos que tienen una posición dura frente a la delincuencia. Un 64% pide que se endurezcan las penas en contra de los delincuentes y un 29% cree que eso no es necesario para mejorar la seguridad. El garantismo defendido por Justicia Legítima, el Vatayón Militante, el abogado Eugenio Zaffaroni y otros grupos y personas identificados con Cristina Kirchner tienen un rechazo masivo de la población. El tema es sensible porque tiene que ver directamente con la vida de la gente. Un 68% aprueba la política del Gobierno para combatir el narcotráfico. Más allá de las toneladas de drogas incautadas, mitiga la angustia ante el riesgo de que sus hijos puedan ser víctimas del paco, de que los estimulantes incrementen  la violencia de los delincuentes. Están cansados de vivir detrás de las rejas de sus casas porque tienen miedo de salir a la calle.
 
‘Sinceramente’. La publicación del libro Sinceramente, de Cristina Fernández, aclara sus ideas y su posición ante la vida. Lo que dice tiene la adhesión de un importante sector que la apoya, pero causa temor en la mayoría. Por un lado, está la mentira sistemática. Su descripción detallada de cómo la dictadura que se instauró en marzo de 1976 la detuvo “en la madrugada del 6 de enero de 1976 en Río Gallegos” no tiene desperdicio. La afirmación de que esperaba que todos los argentinos y argentinas pudieran seguir gozando de una Argentina que dejábamos con el 5,9% de desocupación, una de las más bajas de la historia” es una fantasía sin conexión con la realidad.
 
Ellos son el eje en torno al cual gira el mundo. Cristina cuenta que Néstor nunca quiso pisar el Teatro Colón para que la oligarquía no sientiera que con su presencia le daba importancia a este orgullo de los argentinos. ¿Será que el teatro perdió imagen porque él no lo visitó? Habla con ternura del momento en que su hija le entregó los símbolos del poder cuando fue reelegida como presidenta, y de por qué no los entregó al presidente elegido en las urnas: “Todo Cambiemos quería esa foto mía entregándole el mando a Macri porque no era cualquier otro presidente. Era Cristina, era la “yegua”, la soberbia, la autoritaria, la populista, en un acto de rendición”. El poder como propiedad familiar repugna a la gran mayoría de los argentinos.
 
Luis D’Elía, Juan Grabois, Guillermo Moreno hablan sobre el libro de Cristina y ayudan a comprender mejor los contenidos. “Cuando volvamos, hay que ir con todo. Reforma agraria, urbana, constitucional, de los impuestos a los más ricos, a fondo con todo… Guillermo Moreno será interventor del Grupo Clarín. Cuando volvamos, hay que ir con todo, muchachos”. No hablan ni siquiera de reformar la actual Constitución, sino de hacer una nueva que termine con el sistema judicial, que el kirchnerismo considera una mafia que los persigue. Afirman que “la Constitución vigente fue pensada para el proyecto neoliberal de sumisión de la Nación, de extranjerización de la economía, de saqueo de los recursos naturales y de exclusión de millones de argentinos y argentinas”. Las encuestas no predicen el futuro, pero dicen que en el presente aproximadamente dos de cada tres argentinos rechazan todas estas actitudes y a estos personajes que les producen temor. ¿Será que todo esto no tiene ningún peso y que solo se moverán por la campana de Pavlov?
 

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