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Chano tomó la decisión y se internó en un centro adventista

El músico Santiago " Chano " Moreno Charpentier, se internó por propia decisión en el "Centro Adventista de Vida Sana Puiggari", ubicado en la provincia de Entre Ríos. En una nota con en programa televisivo y rockero La viola, su manager, Maximiliano Rodríguez, informó que la decisión respondió a un interés de Chano para prepararse a fondo para el recital que dará en el Gran Rex el 9 de mayo.
 
Rodríguez expresó que la intención del músico es "bajar las revoluciones, acomodar las ideas y agarrar hábitos deportivos". En esa institución, Chano contará con atención médica constante, como así también con una dieta proporcionada por nutricionistas y ejercicios físicos según sus necesidades. El centro también cuenta con un tratamiento contra las adicciones, y su estadía en ese lugar podría prolongarse por varias semanas.
 
De esa manera, el excantante de Tan biónica busca mejorar su calidad de vida, y dejar atrás algunos conflictos que atravesó en los últimos días, de cara a dar lo mejor de sí en su próxima presentación en vivo.
 

¿De qué se trata el tratamiento elegido por el músico?

 
"El programa Estilo de Vida, tiene el objetivo de enseñarte a considerar los aspectos físicos, sociales, mentales y espirituales de tu persona, para que puedas entender el impacto que cada uno de ellos tiene sobre tu salud y bienestar.
 
Sobre esa base desarrollaremos diferentes módulos de tratamientos para abordar tus síntomas, descubrir sus causas y ayudarte a encontrar soluciones que te permitan resolver tus problemas y elegir métodos racionales para continuar mejorando tu vida.
 
Amar a Dios y al prójimo como a nosotros mismos es la base fundacional de nuestra filosofía de la vida la que tratamos de plasmar en cada una de nuestras acciones."
 

¿Cómo es Libertador San Martin?, la ciudad donde se encuentra el "Centro Adventista de Vida Sana Puiggari".

 
Para unos es el paraíso de la vida sana; para otros, el pueblo de las prohibiciones. Hace poco, un distraído viajante ingresó en un restaurante de la avenida principal, pidió un bife y le ofrecieron una milanesa de soja; ordenó un cuarto de vino y le dijeron que estaba prohibido, salió a comprar cigarrillos y le contestaron que sería imposible que los obtuviese en ningún quiosco.
 
El hombre, como muchos forasteros, se habrá sorprendido, tal vez, fastidiado. No habrá entendido cómo en el medio del campo entrerriano no había un boliche típico para despuntar algún vicio.
 
 
Es que en Villa Libertador General San Martín la comida naturista se impuso a la carne, las gaseosas al alcohol, el aire puro al humo del tabaco y el silencio al ruido.
 
Cuesta creer que a tres leguas (15 km) de la ciudad de Diamante, donde se realiza una de las jineteadas más conocidas de la provincia, de ésas en las que abundan la carne asada, mucho vino, ginebra buena en porrón y el cigarro armado a mano con papel de arroz El Sol y tabaco Caporal, exista una suerte de comunidad "light".
 
Es así, en este pueblo rige la ley seca, hay horarios de silencio obligatorios, no existen las discotecas y nadie puede ir al cine, porque no se permiten esas salas. Ni hablar de juegos de azar.
 
Ubicado a unos 40 kilómetros al sur de Paraná, en Villa Libertador San Martín viven 5000 personas. Tras cruzar el cartel de "Bienvenidos", a la vera de la ruta 131, se llega al centro de un lugar en el que se pueden leer afiches que hablan de la vida sana y de que el cigarrillo destruye. En las paredes de los bares cuelgan cuadros que rezan salmos, se ve gente comiendo brotes, semillas y legumbres y bebiendo agua mineral o cerveza sin alcohol.
 
No se ven mazos de cartas ni paisanos orejeándolas. No hay revistas audaces en los quioscos de diarios, abundan los libros religiosos en las vidrieras de los comercios y, en los locales de ropa, la interior femenina se exhibe con bastante discreción.
 

Un pueblo con cinco templos

 
No hay iglesia católica y sí cuatro templos adventistas y otro en camino. Es por ese lado, por las creencias religiosas del 80 por ciento de la gente, en donde comienzan las costumbres de este pueblo totalmente atípico.
 
Muchos lo conocen como Puiggari, pues así se llama la estación de tren ubicada a tres kilómetros del centro. Pero como en tantas otras partes, el tren dejó de pasar y Puiggari quedó chico ante el crecimiento de la Villa. No es un campo privado ni un centro cerrado estilo country: es un pueblo con una municipalidad y que en épocas de elecciones se maneja bajo las leyes del gobierno central. Pero siempre gana la Agrupación Vecinal Unificadora, conformada por adventistas. De allí que el actual intendente, Rubén Oscar Ordóñez, comulgue con esas creencias y que cinco de los siete concejales también. Los otros dos pertenecen al justicialismo.
 
Pero San Martín, o Puiggari, como todavía lo llaman, es también conocido por otros aspectos que tienen que ver con la salud. Por ejemplo, existe el Centro Adventista de Vida Sana, que anualmente es visitado por gente no conocida y por bastantes famosos que quieren dejar de lado el cigarrillo, la obesidad o el stress. Dos semanas de internación allí cuestan alrededor de 2200 pesos, aunque si se opta por una habitación individual el precio trepa en un 50 por ciento.
 
Asombra que en un pueblo de 5000 habitantes y en medio de una zona rural también exista un sanatorio con seis quirófanos y 800 empleados. Igualmente, que en el medio del campo haya una universidad en la que se mueven alrededor de 2000 personas, entre profesores y alumnos, y en la que se dictan más de diez carreras, entre otras, la de Medicina.
 

Formidable base económica

 
Todo eso es privado y pertenece a la Congregación Adventista Mundial. Es decir, el pueblo vive de esos tres centros, al margen de tener una fábrica de pastas, una de envases y tres pequeños hoteles, como lo son el Central, el Puiggari y La Colina.
 
Por la ruta se suele ver más gente trotando con modernos equipos de gimnasia que gauchos de a caballo bordeando el alambre. En el centro se puede oír hablar a jóvenes desde el inglés hasta el japonés, producto de las pasantías o intercambios culturales de la Universidad con otros centros del mundo.
 
"Aquí existe una corriente salvaguardadora de la comunidad, así lo entienden quienes comprenden nuestro estilo de vida", dice Carlos Canteros, el secretario municipal, quien por supuesto también es adventista. "Luchamos contra la drogadependencia por un estándar de vida en beneficio de las personas. En definitiva, esto es por principios religiosos. Cumplimos con la Biblia."
 

La vida en San Martín

 
El pueblo comienza a despertar a las seis de la mañana, con los chicos al colegio y los jóvenes a la Universidad, la que tiene capacidad para que duerman unos 1000 internos. Los trabajadores más humildes, como el personal de limpieza o empleados viales, suelen venir de Puiggari o de un lugar contiguo a San Martín, llamado Camarero.
 
Ellos son los que suelen acceder a una de las pocas carnicerías que hay en un supermercado, pero mientras están en la villa respetan la vida cotidiana.
 
Al mediodía, la mayoría ingiere su alimentación ovulato-vegetariana (legumbres, semillas, frutas), y a las 13 llega el primer horario de silencio, que dura hasta las 15 y se repite desde la cero hasta las seis de la mañana. Todo está reglamentado y por las noches de los feriados invernales los bares tienen que cerrar cuando llegan las doce. No así en verano, cuando se les permite la extensión del horario por una hora más.
 
Después de las nueve de la noche casi todos están en sus casas, y los viernes por la tarde la ciudad parece vacía. Es que el día de descanso es el sábado y para los adventistas resulta una jornada de guardar.
 
Los sábados por la noche tampoco existen para los jóvenes. Al no haber bares, discos o cines, ni siquiera los bailes de adolescentes en casas de familia, suelen reunirse a escuchar el coro en la Universidad o a rezar en los templos.
 
Fue hace casi dos años cuando la municipalidad llamó al pueblo a un plebiscito para decirle no a la venta de alcohol. Así quedó reglamentada una prohibición que tampoco permite agencias de quiniela o el comercio de tabaco. No se puede fumar en lugares públicos y en la calle no lo hace nadie. Cuando lo hizo este cronista fue rápidamente observado como un forastero.
 

Tiempo de controversias

 
"Contamos -asegura Canteros- con la colaboración de los comerciantes para que no vendan cosas prohibidas por debajo del mostrador." Eso es lo que se llama mercado negro, un riesgo siempre latente de casi todas las sociedades.
 
En San Martín no faltan las controversias, por ejemplo la que se desató con un restaurante que se encuentra cruzando la ruta, a 40 metros del límite del ejido urbano.
 
Allí, Germán, el encargado, ostenta sobre el mostrador todo tipo de vinos, una gran parrilla, y de un freezer extrae cervezas de litro heladas.
 
"A mí no me pudieron prohibir, porque mi hijo llevó la causa a la Justicia y mediante un recurso de amparo seguimos funcionando. ¿Quién me va a decir lo que tengo que vender o no?" Otros cuentan, sin comprometerse, que por las mañanas de los domingos varios pobladores tuvieron que ir a buscar a sus hijos hasta Crespo, una ciudad ubicada a veinte minutos de automóvil: "Es que esos gurises se disparan para allá, en donde no faltan boliches y, al no estar acostumbrados al alcohol, terminan por el suelo".
 
A un kilómetro del centro existe un clásico boliche de pueblo, con billar y metegol incluido. Su dueño prefiere no hablar: "Ya me perjudicaron mucho". El nombre del lugar no importa, pero todos lo conocen como "la perdición". Es que allí tampoco falta el alcohol y cuentan que son unos cuantos los que se hacen "escapaditas" hasta su mostrador.
 
Pero en la villa no hay lugar para el vicio: los chicos toman helados; los jóvenes, gaseosas; los grandes algún café y en la calle se camina como si se estuviera dentro de un mundo ingenuo o dentro de una animada pintura naïf.
 
Fuente: La Nación

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