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OPINIÓN | Demasiado tarde para lágrimas

El gobierno se orienta, bajo la tutela del FMI, a encarar una política económica armonizada en un plan, ahora sí, neoliberal.
                                         
Por
Lic. Guillermo Moreno, 
 
Lic. Norberto Itzcovich
 
Dr. Claudio Comari
 
 
La factibilidad del intento queda severamente amenazada, no sólo por las implicancias en términos de sustentabilidad económica y social, sino por la distancia existente entre los desequilibrios que constituyen el punto de partida y la convergencia esperada.
 
Mientras tanto, el día a día de las empresas, es cada vez más complicado y para muchas, imposible de sostener.
 

Empezó mal y termina peor

 
Apenas tres meses después de que asumiera el actual oficialismo, llamábamos la atención sobre las serias inconsistencias del esquema macroeconómico implementado que, desdeñando las más elementales causalidades de la disciplina, pavimentaron el camino hacia el abismo.
 
El "mejor equipo de los últimos 50 años" logró introducir a nuestro país en una supercrisis, que en su discurrir, pone en riesgo la propia continuidad de la Nación.
 
Ya en el mes de febrero de 2016, alertábamos sobre la problemática fiscal, al afirmar: "la disminución de los ingresos que recibe el Estado por un lado y el incremento de sus gastos por el otro, conducen a una inconsistencia macroeconómica que podrá ser sostenida unos pocos meses".
 
En este marco, el gobierno comenzó a tomar deuda en el exterior, y como sosteníamos en nuestro artículo "Recauda como liberal, gasta como keynesiano: la política del después vemos" (BAE Negocios 20-11-17): "Los dólares comenzaron a entrar y a gastarse, para lo cual había que transformarlos en pesos, pero estos aumentaban la emisión monetaria y con ello la inflación y encontraron otra solución mágica: quitar esos pesos del mercado (esterilización) utilizando las Lebac. Para lo cual tuvieron que pagar una enorme tasa de interés y entonces emergió el déficit cuasifiscal, que sumado al del Tesoro Nacional y las jurisdicciones subnacionales, nos acercan al 11% del PIB de este año, esto es alrededor de u$s60.000 millones, similar (en porcentaje) al que alcanzó el gobierno de Alfonsín previo a su colapso".
 

Posteriormente, al problema fiscal se le sumó el del sector externo.

 
La incomprensión sobre la importancia de la administración del comercio exterior (instrumento hoy en auge en el mundo), condujo a nuestro país a un rojo comercial récord de u$s8.471 millones en 2017, que forma parte del déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos, de aproximadamente 6% del PIB, y que seguía en ascenso hasta el inicio del actual ciclo de depreciación de la moneda doméstica.
 
Finalmente, como dijimos en "Ay Patria mía" (BAE 7-5-18): "La Argentina de mayo de 2018 se enfrenta a un escenario en el que convergen los desequilibrios fiscales del 89 con los del sector externo de 2001, por lo que ambos fenómenos se potencian mutuamente generando las condiciones de una supercrisis".
 

¿Respaldo internacional o riesgo de default?

 
El aporte ciertamente extraordinario que aparentemente hará el FMI es leído como un fuerte respaldo de la comunidad internacional al gobierno. ¿Será así?
 
El crecimiento de la prima de riesgo de default de las compañías aseguradoras, para el caso argentino, funcionó como una alerta para el sistema financiero internacional que, para disminuir su exposición por los préstamos oportunamente otorgados, promovió la activa participación del FMI. La visita de Christine Lagarde a nuestro país, en marzo pasado, fue la "mise en scene" del inicio de este proceso.
 
 
En este marco debe interpretarse el verdadero motivo del inusitado monto pre-acordado (que alcanza 11 veces la cuota que aporta por su participación nuestro país). Así, los fondos a girar a la Argentina por el FMI sirven como garantía subyacente de los créditos otorgados por la banca extranjera.
 
El reemplazo de un acreedor por otro tiene una lógica de hierro: el sector privado está sujeto a la posibilidad de cesación de pagos, mientras que el organismo multilateral está prácticamente blindado a esta alternativa, como quedó demostrado en diciembre de 2001.
 
Naturalmente, el aporte comprometido sólo se efectivizará bajo la condición de resolver las inconsistencias macroeconómicas preexistentes con lo cual, ex post acuerdo con el FMI emerge ahora sí, un plan económico neoliberal.
 

¿Demasiado tarde para un plan?

 
Desequilibrios tales como un déficit fiscal total que supera en términos de PIB al de 1989, y un rojo de cuenta corriente mayor al que provocó la crisis de 2001, sólo podrían resolverse, en el marco de dicho plan, con una baja de la tasa de interés a niveles razonables y aceptando que el tipo de cambio alcance un nivel, hoy, indeterminado.
 
Sin embargo, sus consecuencias sociales son inaceptables, ya que requiere que el consumo de los hogares disminuya en magnitudes sólo compatibles con el 25% de la Población Económicamente Activa Desempleada, y el 50% de la Población Total en Situación de Pobreza.
 
 
La dudosa viabilidad social del "nuevo modelo" no es el único obstáculo ya que, en el corto plazo, el préstamo del FMI no resuelve el serio problema del "trade off" (intercambio) entre la tasa de interés y el valor del dólar.
 
El nivel de dichas tasas, fijado por el BCRA con el objetivo de desincentivar la dolarización de las carteras de inversión (producto de la caída de demanda de la moneda doméstica), podría provocar en la economía un impacto de desabastecimiento, por la acelerada contracción del crédito comercial, perjudicando principalmente a las pequeñas y medianas empresas, cómo ya hemos explicado en el artículo "Llegó la supercrisis. Evitemos la hipercrisis" (BAE Negocios 14-5-18).
 
Asimismo, su permanencia en el tiempo tiene un efecto demoledor sobre las Empresas Capital Intensivo (ECI), característica que en la Argentina es propia de las grandes compañías proveedoras de insumos difundidos.
 
 
Su función de producción, sesgada a la utilización del capital, se ve tremendamente impactada por niveles de tasa de interés reales superiores al 70%.
 
Por el contrario, si para evitar este sobrecosto, las ECI optan por utilizar como numeral de cálculo la moneda estadounidense, enfrentan la incertidumbre sobre el nivel futuro del tipo de cambio (esperanza de devaluación).
 
Por un camino, o por el otro, se encuentran en la problemática situación de no saber si el precio al que comercializan sus bienes cubre, o no, sus costos de producción.
 
¿Cuánto tiempo podrá soportar la economía enfrentando estas condiciones?