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Condenan a la expresidente de Corea del Sur a 24 años de prisión por corrupción

La expresidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, ha sido condenada a 24 años de cárcel este viernes, en el juicio por el escándalo de corrupción de la «Rasputina». En un fallo emitido por televisión en directo por primera vez en la historia del país, el Tribunal del Distrito Central de Seúl ha encontrado a Park culpable de abuso de poder, coerción, aceptar sobornos multimillonarios y filtrar secretos oficiales, así como de elaborar una lista negra para vetar a artistas de izquierda en proyectos culturales. La Fiscalía pedía 30 años de cárcel para Park Geun-hye, quien fue destituida el año pasado por el Parlamento surcoreano.
 
A sus 66 años, concluye así su caída en desgracia tras destaparse a finales de 2016 el fétido caso de la «Rasputina». Por su oscura influencia sobre ella, similar a la de aquel místico monje de la Rusia zarista, así se conoce a su amiga Choi Soon-sil, quien se aprovechaba de su cercanía con la presidenta para vender favores políticos a cambio de sumas millonarias. El mes pasado, Choi fue condenada 20 años de cárcel por aceptar sobornos, abuso de poder y coerción, así como a una multa de 18.000 millones de won (13 millones de euros. Arrestada desde noviembre de 2016, estaba acusada de 18 cargos de corrupción por actuar en connivencia con Park Geun-hye para extorsionar a 50 grandes corporaciones surcoreanas, a las que sacaron 77.400 millones de won (58 millones de euros) que fueron a parar a dos fundaciones que dirigía Choi.
 
Aunque la «Rasputina» no tenía ningún cargo en el Gobierno, se aprovechaba de su amistad de varias décadas con la presidenta Park para conocer asuntos de Estados y decidir en su política, incluso en temas confidenciales. Según reveló en octubre de 2016 la televisión JTBC, que tuvo acceso a los archivos del ordenador de la Choi Soon-sil, la confianza entre ambas era tal que esta llegó a corregir discursos de la presidenta Park y veía documentos secretos sobre las relaciones con Japón y Corea del Norte.
 
Su amistad se remonta a los años 70, cuando Park se convirtió en discípula del padre de la «Rasputina», el pastor religioso Choi Tae-min. Como fundador de la Iglesia de la Vida Eterna (Yongsaenggyo), considerada por muchos una secta, Choi se erigió en el mentor de Park. Cuando la joven, hija del dictador Park Chung-hee, perdió a sus padres en sendos atentados, pasó a estar bajo su influencia hasta el punto de enemistarse con su propia familia. Tal y como consta en los cables diplomáticos revelados por Wikileaks en 2007, la Embajada de Estados Unidos en Corea del Sur informó a su Gobierno «del completo control que tenía el difunto pastor sobre el cuerpo y el alma de Park en sus años de formación», pese a ser mucho mayor que ella. Aludiendo a su mística figura, la legación estadounidense incluso lo llamaba el «Rasputín coreano», un apodo que los medios han desempolvado ahora para referirse a su hija. Tras la muerte del líder religioso en 1994 a los 82 años, Park continuó su amistad con su hija, que la ha hundido en el mayor escándalo de corrupción de las últimas décadas en Corea del Sur. A finales de 2016, las manifestaciones más multitudinarias en la historia democrática de este país tomaron las calles durante semanas para pedir su dimisión. Pero la presidenta se aferró en el cargo hasta que fue suspendida por el Parlamento, una medida que el Tribunal Constitucional ratificó en marzo y abrió la puerta a su traumática caída.

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