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Problemática del agua: suelo y cultivos

El director de Agricultura, Carlos Ferrero, precisó que en los últimos años se ha producido un cambio en el uso del suelo, por razones económicas y decisiones empresariales que han tomado los productores para maximizar su renta. 
Han abandonado la rotación de cultivo por el monocultivo de soja, lo que trae como consecuencia una serie de efectos que repercuten sobre todo en el consumo del agua, generando una acumulación sucesiva año tras años, produciéndose de esta manera el ascenso de la napa freática. 
 
En una rotación con 4 años de pastura y los otros 4 rotación de cultivos de invierno y verano, rotación que se veía a menudo en los campos pampeanos hace unos años atrás, se generaba entre 104 y 156 toneladas de raíces por hectárea y solo el 28% de las precipitaciones caía con suelo sin cultivo. En un monocultivo de soja se genera entre 24 y 48 toneladas por hectáreas de raíces, y el 46% de las precipitaciones ocurren con el suelo sin cultivo según información aportada por el Dr. Alberto Quiroga, en una jornada realizada en General Pico en agosto de este año. 
 
Al generarse menor cantidad de raíces se explora una porción más pequeña del perfil del suelo y el consumo de agua en esta rotación de monocultivo de soja llega a los 600 mm. al año. Si lo comparamos con una pastura donde el consumo es de alrededor de 1.200 a 1.500 mm. al año, esto genera en los años de excesivas precipitaciones una recarga constante de la napa.
 
Se ha producido además un aumento considerable en las precipitaciones en los últimos años, a lo que el productor de la zona semiárida no ha reaccionado a tiempo y siguió aplicando tecnología tendiente a la conservación y captación de agua. La siembra directa, la realización de un cultivo por año, dejando barbechos largos sin cultivos en la superficie y eliminando químicamente las malezas para dejar los lotes sin ninguna especie que consuma agua en un periodo largo de tiempo, fomentando de esta manera la recarga del suelo hasta el punto de saturación. 
 
La falta de gramíneas en la rotación, especie que colabora con la generación de poros y la estabilidad estructural del suelo, hace que estos hayan perdido en algunos casos la capacidad de infiltrar agua, haciendo que parte del agua precipitada en las lluvias escurriera hacia los bajos, generando problemas de anegamientos y lagunas. 
Según el Dr. Ernesto Viglizzo, parte del ascenso freático puede ser atribuido a los mayores ingresos de agua y parte a una expansión rápida de la frontera agrícola que alteró el balance hídrico regional durante los últimos 30 años. Por lo tanto la adaptación a un nuevo régimen hidrológico es inevitable y se requiere tanto de estrategias exógenas de ordenamiento territorial tranqueras afuera, como estrategias autónomas impulsadas por el productor agropecuario tranqueras adentro.
 
Las estrategias autónomas requerirán un replanteo de los sistemas de producción en los cuales las pasturas y la ganadería en rotación con la agricultura recuperen un protagonismo perdido en la región y la forestación aparezca como una alternativa inteligente para el control y manejo de los niveles freáticos.

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